"Me enseñasteis amor, amor
verdadero sin posesión. Amor del que hay que soltar para
volver a amar lo que no se ve pero siempre está."
Nazaret Martín Anaya
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBMOT75JIPvrvhRwVMmIh4HuLC0OQ1_g0U6Dml9YvEqdN08zTmfyKuQqbz_ll-ag6l-epCQt6UGruprTLJvDADpex39FwRYQbmDtiVZtsTuEBqT1F5AedQj-LDzooxzL2ddS8w3fRWW_I/s320/IMG_1588.jpg)
Existen personas que viven con los ojos abiertos, chispeantes
y húmedos porque se emocionan en cada momento con detalles pequeños, sencillos.
Son aquellas que tienen el estandarte del amor en alto, mas nunca le pesa,
aunque sean demasiado humanos con tantas sombras. Eso les hace únicas pues, aunque
se equivoquen, siguen profesando que amar es la función más valiosa en sus
vidas: amar a un hijo, a un padre, a un sueño, a un trabajo, a una pareja, a la
tierra, al universo, a uno mismo, sobre todo a uno mismo para después saber
amar al resto… Pueden salir heridos, al amar a aquellos que formaron parte de
su historia de forma errónea pero con enseñanzas de oro. Son blanco fácil
porque confían en otros igual que en ellos mismos. A menudo lloran mucho,
escondidos en su rinconcito para después salir a la vida, renovados, amando sus
cicatrices, sus derrotas, sus demonios y sus sombras pues sin todos ellos no
serían completos. Las personas que aman sin condiciones son hermosas como un arcoíris
apostado entre las montañas, como la sonrisa de un bebé que acaba de conocerte,
como una mariposa al posarse en tu piel. Amar para amar, amar porque sí…