"Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca"
Polo Vuh
Nadie puede caminar en dos direcciones a la vez. Como si anduviésemos por una calle ancha y larga, Nazaret caminaba en dirección opuesta a la mía. Ella abierta desde su interior y yo tan pendiente del exterior, que había convertido mi núcleo en ruinas, carcomido el resto por las termitas de la desesperanza...
Verdaderamente había cambiado, no sólo en sus procesos
mentales, sino también físicamente. Emanaba una claridad real y visible, como
si la luz se acoplase en su cuerpo fusionándose en algo que a la vez era
material pero también se quedaba fuera de nuestros límites, de nuestro alcance.
Cuando me hablaba de su enfermedad decía la palabra sanada y no curada. Algo
que me extrañó pues no era un vocablo de nuestra jerga habitual. La sanación se
produce a un nivel más profundo que transciende a lo físico. Ella estaba en un
nivel en el que no necesitaba que su cuerpo fuese curado, pues un conocimiento
se implantó a través de la magia de lo desconocido y se colocó en ella para
enseñarle y para mostrárnoslo. Parecía albergar en su ser la consciencia de
todas sus existencias, para luego invadir diferentes realidades y cambiarlas de
acuerdo a los dictámenes de su nueva luz.
Su realidad era un espejo de la realidad. Ahora sé que
aquello que mis ojos no paraban de mirar no era un espejismo. Somos luz y emitimos luz.
Un científico alemán, Fritz Albert Popp, confirmó que los humanos emitimos biofotones, luz. Somos emisores y receptores de señales electromagnéticas. Las células almacenan luz tanto del sol como de otros organismos. Si somos un conjunto de átomos, y es el electrón el que se moviliza alrededor del núcleo, la vida en realidad es una pequeña corriente eléctrica que gira sobre sí misma y que conecta a toda la naturaleza. ¿Estará la clave aquí? Supongo que es probable, pues en las cosas más simples reside la verdad. Y la luz es algo que siempre ha estado en nuestra historia, pasado, presente y futuro, frente a frente. Se ha llegado a catalogar a una persona como enferma o sana simplemente midiendo la luz que emite. Esta luz tiene que estar ordena y ser coherente, simétrica, para seguir un ritmo comunicacional entre las células que practican un lenguaje de luz. Tanto el exceso de emisión de biofotones como la carencia de emisión avocarían a la enfermedad.
Un científico alemán, Fritz Albert Popp, confirmó que los humanos emitimos biofotones, luz. Somos emisores y receptores de señales electromagnéticas. Las células almacenan luz tanto del sol como de otros organismos. Si somos un conjunto de átomos, y es el electrón el que se moviliza alrededor del núcleo, la vida en realidad es una pequeña corriente eléctrica que gira sobre sí misma y que conecta a toda la naturaleza. ¿Estará la clave aquí? Supongo que es probable, pues en las cosas más simples reside la verdad. Y la luz es algo que siempre ha estado en nuestra historia, pasado, presente y futuro, frente a frente. Se ha llegado a catalogar a una persona como enferma o sana simplemente midiendo la luz que emite. Esta luz tiene que estar ordena y ser coherente, simétrica, para seguir un ritmo comunicacional entre las células que practican un lenguaje de luz. Tanto el exceso de emisión de biofotones como la carencia de emisión avocarían a la enfermedad.
Es esclarecedor este descubrimiento. Pero merece la pena
profundizar algo más, aplicarlo a la vida diaria. Partiendo de esta postura, al
ser luz y, por tanto, energía, y al poder convertirnos tanto en emisores como
en receptores; se podría, con destreza y entenamiento, canalizar la energía
para nosotros mismos o para los demás. Este proceso necesitará un tiempo para
que la energía sea guiada a donde queramos, tenga suficiente “calidad” y
potencia. Pero no deja de ser algo que hemos hecho desde tiempos inmemoriables,
como llevarnos las manos a aquella zona que nos duele. No es un acto reflejo,
es una reminiscencia ancestral de usar el poder de nuestra propia energía en
nosotros mismos, nuestro poder de autosanación.
La clave para que realmente funcione podría radicar en el
poder de las emociones, del pensamiento, de la palabra… Afecta a cada célula,
incluso al ADN y aporta coherencia cuando se sabe usar. La percepción de una
energía negativa, pesada, se explicaría siguiendo esta teoría como la ausencia
de luz. Pero al ser la luz indispensable para la vida, estas personas necesitan
acercarse a alguien que emita los biofotones que ellos no saben recibir ni
generar, para apoderarse de ellos y poder continuar subsistiendo. ¿No habéis
experimentado como el estar con algunas personas te “consumen la energía” y te
sientes agotado? Esta sería su explicación científica. Y también respondería
una pregunta que muchas veces me hacía sobre si las manos curan, la respuesta
sería claramente sí. Pero dependería de las emociones, pensamientos y palabras
de emisor y receptor.
¿Por qué no se curó
Nazaret entonces? Creo que Nazaret no necesitaba curarse, ya
estaba sanada. Ya había recibido toda la información que necesitaba, ya había
aprendido todo lo que muchas personas no serían capaces de aprender en varias
vidas, ya había experimentado lo que su alma pactó antes de bajar a la Tierra. A
mí como mortal me cuesta entenderlo, aunque cuando estoy conectada todo fluye,
todo tiene sentido. Y cuando medito de forma objetiva, sin mis yoes que me
interrumpan y me saquen del trance de estar en el presente, soy consciente de
que hay algo incomprensible que explica esto. Pues no se entendería de otra
forma los acontecimientos posteriores, como el que en ningún momento se encontrasen
metástasis tras ocho TACs con y sin contraste realizados durante ese año, casi
con perioricidad mensual, en alguien con un sarcoma tan agresivo que rechazó el
tratamiento médico alopático.
Nazaret se había convertido en pura energía, en luz, envolviendo a todos los que la rodeaban y sanando con su energía cualquier aflicción y afección, transmitiéndonos la nueva consciencia, donde sólo había cabida para el amor.
La luz es energía, pero también es algo más: es información, pues
consta de contenido, forma y estructura. Es
el potencial de todas las cosas. Cristof
Koch, neurocientífico, afirma que donde hay información integrada hay
experiencia, y donde hay experiencia hay conciencia. La luz, que no tiene masa
y sin embargo es un fenómeno físico, parece ser el candidato perfecto para
anular la dicotomía entre materia y espíritu. Según James Cross y basado en la teoría de Penrose-Hammeroff, la mente en este caso estaría hecha de
ondas-partículas y de luz. Por tanto, el cuerpo de luz del que hablaba Jesús,
Buda y otros grandes maestros, sería literalmente verdad, no una metáfora o
quimera, representado como una estructura cristalina y organizada de luz y
materia.
Ella ya sabía que el cuerpo es un universo de luz majestuoso. Sabía que no necesitábamos comunicarnos con Dios, pues es Él quien se comunica
con nosotros en todo momento recordándonos que somos parte suya, chispas
divinas. Sólo hacía falta sentirlo. Sólo necesitábamos despertar de la matrix como
Nazaret había logrado.
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