A veces servimos a los demás porque es lo que "debemos" hacer y porque era
lo "correcto". Pero este
tipo de servicio sale de la cabeza, no del corazón. Viene de un sentimiento de
obligación o de deber y puede dejarnos sin energía si lo hacemos durante mucho
tiempo.
Creemos que estamos haciendo el bien, pero no se nos
ocurre que al hacer un servicio por obligación estamos siendo desleales tanto
con nosotros, que somos los que prestamos el servicio, como con su destinatario.
Si no sale desde el amor, el destinatario lo sabrá y se sentirá en deuda con el
que le presta el servicio, convirtiendo todo lo experimentado en un ciclo muy
insano...