No se puede
entender el concepto actual de medicina sin saber algo de física cuántica.
Nuestra
comprensión antigua de la medicina versaba sobre el modelo Newtoniano o
Determinista, en el que se inculcaba que lo que ocurre en nuestras vidas sucede
por casualidad. Y la única opción que nos ofrece es vivir las consecuencias de
esos hechos que nos acontecen...
Según este
modelo, todo está predeterminado y el cuerpo y la mente viven separados. La
noción clásica de dualismo cartesiano y de determinismo físico ha relegado a
nuestras mentes a un papel de observadores pasivos, totalmente excluidos de las
leyes causa-efecto y con la conciencia de que nuestro cuerpo no es muy
diferente del mecanismo de un reloj.
A principios del
siglo XX se empezaron a descubrir muchos fenómenos que eran incompatibles con
la física clásica. Fue entonces cuando la física cuántica comenzó a tomar
fuerza y protagonismo.
La corriente
actual de la medicina nos lleva hacia algo más holístico, más metafísico, donde
todo tiene una razón de ser y un para qué. Todo está entrelazado y
sincronizado.
Y es en este
modelo donde tiene cabida la física cuántica, capaz de demostrar la
interrelación entre TODO lo que existe y el modelo holográfico en el que
vivimos, donde nuestra percepción afecta en gran medida (y única) a nuestra
realidad. Somos lo que percibimos.
En este sentido
nuestros pensamientos y emociones influyen en nuestro entorno y, por ende, en
nuestro cuerpo. NO existe una división entre el sujeto y el objeto, y por
tanto, el observador influye en lo observado.
Los “programas”
que hemos heredado de nuestros ancestros y las creencias que se han ido
transmitiendo generación tras generación, conforman nuestra personalidad y
nuestro carácter.
La conciencia
del observador influye en las partículas subatómicas, modificando sus estados
cuánticos. El Dr. Robert Lanza, en su
libro titulado “Biocentrismo”, explica con detalle la relación entre la
interacción de la conciencia y las partículas subatómicas.
Albert Einstein ya lo preconizaba tiempo
atrás con una de sus frases célebres: “Si
no les gusta el mundo que ven, que sepan que no lo pueden cambiar; pero si
cambian la forma de verlo, cambiará su universo”.
La medicina más
antigua ya versaba sobre este paradigma y el desarrollo de una “mente
cuántica”. Sabía que nuestras creencias dan forma a nuestra realidad, y éstas
se reafirman buscando experiencias afines para ello. Así que, la realidad se
convierte en una imagen de nuestro modelo de realidad, en lo que queremos o
podemos ver, sentir, experimentar. Pero eso no significa que sea lo real o
correcto. Microscópicamente no vemos a las células, per sabemos que existen.
Tampoco podemos llegar a ver con nuestros ojos los anillos de Saturno, pero no
dudamos de su existencia. Ni siquiera en nuestro día a día somos conscientes de
que la Tierra es redonda, pero su controversia en otras épocas costó la vida de
grandes científicos como Galileo.
La medicina
alopática y esta nueva corriente de entender la enfermedad son incapaces de
llegar a un punto en común, porque observan literalmente, dos realidades
diferentes. Aceptar la visión cuántica implica un profundo cambio en la
percepción del mundo.
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