"No existe ningún problema que no te aporte simultáneamente un don"
Richard Bach
Pocos días de la consulta en el hospital, Nazaret tuvo un
fuerte dolor en la zona del “mioma”. Le duró pocos segundos, pero la dejó engarrotada,
sin aire y sin poder moverse. Aquella imperfección en su cuerpo ya cicatrizado
desde el esternón al ombligo parecía querer crecer, sin respetar el periodo de
transición que necesitábamos. El respiro que anhelábamos. Nos concedió tardes
de cafés, disfraces ochentenos y despedidas victoriosas, junto con noches
de boda en la falda del mediterráneo. No le dimos más importancia hasta dos o
tres semanas después, en las cuales los dolores habían aumentado en frecuencia
y se palpaba el “mioma” más grande...
A pesar de que ese crecimiento pudiera estar dentro de lo
habitual como nos habían explicado, la manera en la que afloraba el dolor en
Nazaret te ponía alerta. Muchas veces me preguntaba si eran exageraciones mías,
si debido a la mochila que había cargado, no quería ni que le rozase el aire. No
recuerdo a Nazaret quejarse de esa manera, ni cuando estaba recién llegada a
casa tras el primer ingreso, donde tenía que elegir entre hablar o permanecer
despierta del gran esfuerzo que le requería esta acción. Los analgésicos
tampoco calmaban el dolor.
Volvimos a consultar y lo único que les llamaba la atención
es que había crecido bastante durante poco tiempo. Pero en la ecografía no se
apreciaba nada más preocupante. De nuevo, nos tranquilizaron, ahora a ambas,
porque mis sospechas comenzaron por aquellos entonces, aunque nunca jamás imaginaría
lo que en realidad se diagnosticó. Eso no cabía en mi mente racional. Nos
empezaron a comentar la posibilidad de cirugía viendo el tamaño que estaba
alcanzando, aunque todavía era relativamente pronto.
Yo la mimaba todo lo que podía, aunque muchas veces también
la pinchaba para que no se dejase llevar por la comodidad y la desidia, que era
en raras ocasiones. La alentaba a que fuese autónoma con la mira puesta en todo
el potencial que podía mejorar. Le hacía sus recetas, hablaba con todos los
especialistas que necesitaba: ginecólogo, hematólogo, médico de familia,
cirujano vascular, radiólogo, internista, nefrólogo, neumólogo… Le llevaba la flauta
para que la tocase como parte de sus ejercicios respiratorios, para que hiciera
música de las caídas, de los tropiezos, con la melodía de sus alveolos
recaptados, funcionantes de nuevo, más incentivador y halagüeño que soplar tres
tristes bolitas como te mandan para la fisioterapia respiratoria.
Vivíamos desde el amor y la esperanza del que empieza. Ya
habíamos comenzado muchas veces distintas etapas en esta media vida juntas. Habíamos
vivido millares de aventuras desde el amor. Pues ama el que se arriesga, el que da un salto
de fe con miles de dudas, como cuando nos conocimos, el que prefiere pagar el precio
de cientos de delicadas lágrimas deramadas a no haber entregado el corazón por
lo que sentía. Y es que amar es cosa de valientes. Decir te amo puede
conventirse en un reto, porque el verdadero amor, es el verbo más difícil de
llevar a cabo. Y hasta que no se experimenta en carne propia como nos ocurrió
en este último año, no se comprende. Quien ama de manera real, como Nazaret
consiguió, ilumina su vida y la de los demás. El que ama se lleva consigo la
paz tan buscada por todos y no necesita, no quiere nada más. Amar, es cosa de
valientes, sí, es encender el alma cuando todo lo demás se apaga. Por eso permítete ser tú mismo, seas quien seas, y abraza lo que te haga sentir vivo. No importa si estoy teniendo un mal día o una mala racha, lo realmente importante es cómo me siento conmigo misma mientras estoy afrontando ese momento. La clave reside en confiar en el proceso, dejar fluir y no tener miedo de sentir ansiedad, tristeza o el propio miedo. No hay que reprimir estas emociones hasta que desaparezcan. Porque seguirán estando allí de forma inconsciente, dejando huellas físicas en forma de nuevas angustias, nuevos miedos, nuevas enfermedades...Puede que exteriormente seamos personas templadas a quien no les tiembla el pulso, sin alterarnos ni parecer que vivamos entre conflictos. Sin embargo, no hay peor enemigo que nosotros mismos, los más críticos y duros con nosotros que nadie más. Según te hables, te trates a ti mismo, te aceptes, podrás experimentar la gracia del permitir y dejar fluir, podrás llegar a tu verdadero ser. Cuando somos y hacemos aquello que nos proporciona felicidad, que despierta nuestra pasión y hace aflorar lo mejor de nosotros, cuando sentimos que todo está alineado para que ocurra lo mejor para nuestra evolución, la vida se llena de emociones y descubrimos que se multiplican las sincronicidades a nuestro alrededor.
Tanto su madre, quien se volvió parte más de la familia que
habíamos creado años atrás, como yo, permanecíamos cargadas de la energía que
impulsa, de aquella que brilla sin quemar, aunando nuestras ilusiones, nuestros
deseos y esperanzas en un mismo objetivo. Llevábamos tres ingresos en menos de
dos meses y no estaba dispuesta a que esta cifra siguiera aumentando. Qué
ilusa…
Si hubiese dependido de mí… Si por mí hubiese sido… Sólo
hubiera ingresado una vez, porque me hubiese cambiado por ella. Lo difícil es
quedarse. Las circunstancias por las que pasamos me habían llevado al límite,
me habían hecho cuestionarme si tenía la fuerza y voluntad suficiente para
continuar adelante. En esos momentos teníamos dos opciones: dejarnos vencer y
sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos, apostar por la resiliencia. Un concepto aplicado
en nuestras vidas antes de conocerlo. La resiliencia es la fortaleza que
tenemos intrínseca para seguir adelante a pesar del sufrimiento y las
adversidades. Esto no significa ignorar el dolor, sino utilizarlo a tu favor
para seguir creciendo, para transformarte.
Nazaret no sabía que, al igual que sus pequeñas mariposas,
ella se estaba convirtiendo en crisálida, y comenzaba a nutrirse de ella misma.
Conocía sus emociones, las aceptaba y las guiaba hacia un proceso óptimo y
curativo que lograba fortalecerla. Sabía cómo se sentía en cada momento, primer
paso para conocernos profundamente. Era consciente de que no existe una vida
dura, sino momentos difíciles, pues después de la tormenta llega la calma.
Vivíamos de tal forma que las personas que se cruzaban con nosotros se
preguntaban cómo era posible que, después de todo lo que había pasado y estaba
pasando, pudiéramos afrontar la vida con una sonrisa en los labios.
A veces vemos solamente nubes negras azotando nuestro
horizonte, haciéndonos desesperar. Pero debemos estar en calma pues de las
nubes negras siempre llueve agua pura llena de nueva vida. Y así, cuando
enviamos amor en respuesta al odio, nos convertimos en alquimistas
espirituales. Ya lo decía Charles Darwin:
“las especies que sobreviven no son las
más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se
adaptan mejor al cambio”. Experimentar la resiliencia nos transformó en una
expresión de nuestra propia esencia única.
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