miércoles, 28 de septiembre de 2016

Tu enfermedad como mi metamorfosis: La Historia 30, Somos Luz

"Cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca"
Polo Vuh


Nadie puede caminar en dos direcciones a la vez. Como si anduviésemos por una calle ancha y larga, Nazaret caminaba en dirección opuesta a la mía. Ella abierta desde su interior y yo tan pendiente del exterior, que había convertido mi núcleo en ruinas, carcomido el resto por las termitas de la desesperanza...

Verdaderamente había cambiado, no sólo en sus procesos mentales, sino también físicamente. Emanaba una claridad real y visible, como si la luz se acoplase en su cuerpo fusionándose en algo que a la vez era material pero también se quedaba fuera de nuestros límites, de nuestro alcance. Cuando me hablaba de su enfermedad decía la palabra sanada y no curada. Algo que me extrañó pues no era un vocablo de nuestra jerga habitual. La sanación se produce a un nivel más profundo que transciende a lo físico. Ella estaba en un nivel en el que no necesitaba que su cuerpo fuese curado, pues un conocimiento se implantó a través de la magia de lo desconocido y se colocó en ella para enseñarle y para mostrárnoslo. Parecía albergar en su ser la consciencia de todas sus existencias, para luego invadir diferentes realidades y cambiarlas de acuerdo a los dictámenes de su nueva luz.

Su realidad era un espejo de la realidad. Ahora sé que aquello que mis ojos no paraban de mirar no era un espejismo. Somos luz y emitimos luz.

Un científico alemán, Fritz Albert Popp, confirmó que los humanos emitimos biofotones, luz. Somos emisores y receptores de señales electromagnéticas. Las células almacenan luz tanto del sol como de otros organismos. Si somos un conjunto de átomos, y es el electrón el que se moviliza alrededor del núcleo, la vida en realidad es una pequeña corriente eléctrica que gira sobre sí misma y que conecta a toda la naturaleza. ¿Estará la clave aquí? Supongo que es probable, pues en las cosas más simples reside la verdad. Y la luz es algo que siempre ha estado en nuestra historia, pasado, presente y futuro, frente a frente. Se ha llegado a catalogar a una persona como enferma o sana simplemente midiendo la luz que emite. Esta luz tiene que estar ordena y ser coherente, simétrica, para seguir un ritmo comunicacional entre las células que practican un lenguaje de luz. Tanto el exceso de emisión de biofotones como la carencia de emisión avocarían a la enfermedad.

Es esclarecedor este descubrimiento. Pero merece la pena profundizar algo más, aplicarlo a la vida diaria. Partiendo de esta postura, al ser luz y, por tanto, energía, y al poder convertirnos tanto en emisores como en receptores; se podría, con destreza y entenamiento, canalizar la energía para nosotros mismos o para los demás. Este proceso necesitará un tiempo para que la energía sea guiada a donde queramos, tenga suficiente “calidad” y potencia. Pero no deja de ser algo que hemos hecho desde tiempos inmemoriables, como llevarnos las manos a aquella zona que nos duele. No es un acto reflejo, es una reminiscencia ancestral de usar el poder de nuestra propia energía en nosotros mismos, nuestro poder de autosanación.

La clave para que realmente funcione podría radicar en el poder de las emociones, del pensamiento, de la palabra… Afecta a cada célula, incluso al ADN y aporta coherencia cuando se sabe usar. La percepción de una energía negativa, pesada, se explicaría siguiendo esta teoría como la ausencia de luz. Pero al ser la luz indispensable para la vida, estas personas necesitan acercarse a alguien que emita los biofotones que ellos no saben recibir ni generar, para apoderarse de ellos y poder continuar subsistiendo. ¿No habéis experimentado como el estar con algunas personas te “consumen la energía” y te sientes agotado? Esta sería su explicación científica. Y también respondería una pregunta que muchas veces me hacía sobre si las manos curan, la respuesta sería claramente sí. Pero dependería de las emociones, pensamientos y palabras de emisor y receptor.

¿Por qué no se curó Nazaret entonces? Creo que Nazaret no necesitaba curarse, ya estaba sanada. Ya había recibido toda la información que necesitaba, ya había aprendido todo lo que muchas personas no serían capaces de aprender en varias vidas, ya había experimentado lo que su alma pactó antes de bajar a la Tierra. A mí como mortal me cuesta entenderlo, aunque cuando estoy conectada todo fluye, todo tiene sentido. Y cuando medito de forma objetiva, sin mis yoes que me interrumpan y me saquen del trance de estar en el presente, soy consciente de que hay algo incomprensible que explica esto. Pues no se entendería de otra forma los acontecimientos posteriores, como el que en ningún momento se encontrasen metástasis tras ocho TACs con y sin contraste realizados durante ese año, casi con perioricidad mensual, en alguien con un sarcoma tan agresivo que rechazó el tratamiento médico alopático.

Nazaret se había convertido en pura energía, en luz, envolviendo a todos los que la rodeaban y sanando con su energía cualquier aflicción y afección, transmitiéndonos la nueva consciencia, donde sólo había cabida para el amor.

La luz es energía, pero también es algo más: es información, pues consta de contenido, forma y estructura. Es el potencial de todas las cosas. Cristof Koch, neurocientífico, afirma que donde hay información integrada hay experiencia, y donde hay experiencia hay conciencia. La luz, que no tiene masa y sin embargo es un fenómeno físico, parece ser el candidato perfecto para anular la dicotomía entre materia y espíritu. Según James Cross y basado en la teoría de Penrose-Hammeroff, la mente en este caso estaría hecha de ondas-partículas y de luz. Por tanto, el cuerpo de luz del que hablaba Jesús, Buda y otros grandes maestros, sería literalmente verdad, no una metáfora o quimera, representado como una estructura cristalina y organizada de luz y materia.


Ella ya sabía que el cuerpo es un universo de luz majestuoso. Sabía que no necesitábamos comunicarnos con Dios, pues es Él quien se comunica con nosotros en todo momento recordándonos que somos parte suya, chispas divinas. Sólo hacía falta sentirlo. Sólo necesitábamos despertar de la matrix como Nazaret había logrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en esta página