jueves, 4 de agosto de 2016

Tu enfermedad como mi metamorfosis: La Historia 7, La palabra

"Después de la palabra, el silencio es el segundo poder del mundo"
Henri Lacordaire


Pasaban los días en la UCI y fui descubriendo los recovecos en los que poder colarme para entrar a ver a Nazaret. La mayoría del personal sanitario no me ponía problemas. Tampoco los daba yo puesto que cuando tenían que trabajar con ella me salía y aprovechaba para fumar, hábito que retomé ese día después de más de un año, donde cambié deporte por cigarrillo. Ella estaba aguantando el tirón, no empeoraba. Al menos no íbamos para atrás, al menos no sangraba.

La palabra. Una intensivista que sabía más por vieja que por diabla como ella se definía, capaz de dar un abrazo consolador a nosotros los familiares, (comportamiento nada habitual en el gremio) dijo la palabra clave: “he visto casos parecidos al suyo y creo que todo va a ir bien, se va a recuperar”. No eran vocablos lo que emanaba de sus cuerdas vocales. Era luz, esperanza, fe, vida…


Ahora lo pienso… ¡Qué revelador…! Yo tan sumida en mí misma y en el exterior. Nazaret estaba igual un minuto antes de que esta mujer de que esta especialista pronunciara estas palabras, de que me cambiara el alma. Nada se había modificado clínicamente en ella de forma objetiva. Sin embargo, la palabra hizo en mí el cambio para así poder ver la luz en Nazaret. Así fui consciente de que el verbo es la herramienta mágica más poderosa que tenemos. De hecho, está demostrado que si piensas de forma negativa, tus células resonarán en negativo y se producirá una afección celular que, además, produce adicción como cualquier hábito tóxico, necesitando la célula esa dosis de basura. ¡Fijaos cuanto poder tenemos! Yo había dado toda la responsabilidad de su curación a este médico. Cuando su máximo responsable me dijo que se iba a curar, yo le creí y todo en mí cambió y, de forma secundaria, en mi visión del estado de Nazaret. Ya no estaba tan, tan mal como 5 minutos antes. Lo primero que hice ante esta noticia jubilosa fue salir a contárselo a su madre abrazadas ambas en un llanto de emoción, el primero de alegría por fin y el inicio de una unión más profunda entre ambas.

El rol del médico, las creencias limitantes que tenemos y el poder que le asignamos a otros... ¿Sabéis lo que hizo el médico para que Nazaret se curara? ESPERAR. Probablemente si hubiese confiado en ella quizá me hubiese ahorrado todo lo que sufrí y lo que me quedaba. Pero en ese momento yo necesitaba delegar la responsabilidad por dos motivos principalmente: uno era un profundo sentimiento de inferioridad por todo lo que había ocurrido y no había sabido afrontar, ni siquiera diagnosticar a tiempo; y otro, para poder echar la culpa a un tercero si la cosa salía mal. Realmente no era más que soberbia en ambos casos. La forma de sentirse diferente más soberbia es sentirse inferior, quedando inmóvil, estancada y con una falsa seguridad. Por otro lado, la culpa, nos educan desde la culpabilidad y nos enseñan que siempre hay alguien más indigno que nosotros. A posteriori tuve que aprender a confiar en Nazaret y en su palabra cuando me decía que estaba curada totalmente, a contracorriente de la opinión de los facultativos que ya le habían puesto fecha de caducidad. Claro, que era un concepto de curación diferente del que tienen los médicos occidentales. ¿Por qué en ella, máxima responsable de su ser, no fui capaz de confiar y en una persona ajena, que acaso  conocía a Nazaret de 30 minutos máximo le concedí toda confianza y le cedí pleno poder? ¿Es más sabia o inteligente esta última? ¿Es capaz de conocer la respuesta celular de Nazaret tan rápida y exhaustivamente para saber que ni la palabra será su aliada? ¿Qué título colgado en la pared da más seguridad que la paz interior y la reconexión con uno mismo?

Nosotros los profesionales de la salud tenemos un rol muy importante con la palabra y csu forma de usarla. Según se utilice se puede convertir en un aliento de vida capaz de resucitar al más pesimista o en una condena de muerte, con el poder de hundirlo en lo más profundo del averno. Explica el científico Gregg Braden, el caso de una señora diagnosticada de cáncer de vejiga desahuciada por la medicina occidental que acude a un hospital de China. Allí los médicos, sólo con la palabra y la emoción consiguen eliminar por completo el tumor en 3 minutos. Se preguntarán si es real. Lo es, hay un video del procedimiento en directo y creo que se puede contactar con la paciente. La cuestión siguiente sería si es magia. No, es ciencia. Ya se ha demostrado que cuando tenemos una emoción creamos ondas eléctricas y magnéticas dentro de nuestro corazón que se expanden a miles de kilómetros de nosotros conformando la “matriz divina” que fue descubierta años antes por el científico M. Planck y corroborada por los físicos cuánticos actuales. La fusión armoniosa entre la palabra adecuada y la emoción correcta, son la llave para crear nuestro presente y futuro en todos los ámbitos de nuestra vida. Supongo que, la aplicación de esta “tecnología” solo está en manos de unos pocos: los que crean que es posible. Creer es crear. En el otro extremo están los casos de pacientes “programados” para morir con una fecha exacta. Hay uno muy curioso donde le pronosticaron a un hombre unos 2 meses de vida por un cáncer terminal tras examinar un escáner que se había realizado. Como el doctor predijo, el paciente se murió a los 2 meses. Al informar la familia del hecho a su médico, éste sacó toda su historia clínica para cerrar el caso y cuál fue su sorpresa a ver que el escáner no correspondía con el paciente en cuestión. Ante esta incidencia se realizó la autopsia del paciente revelando que la muerte fue por una parada cardiorrespiratoria sin existir restos de cáncer en su cuerpo.


Cada mañana al llegar a la UCI le ponía la canción de la película “La vida es Bella”, como escuchábamos muchas mañanas cuando teníamos el privilegio de despertarnos juntas. Ella abría los ojos y me miraba. Entonces me asustaba porque no sabía si le podía perjudicar y paraba la música. Sin embargo, como sabía que todo era posible, que hay gente que oye las conversaciones de los profesionales, yo le contaba historias y la llevaba a prados verdes, con cataratas cristalinas, con frondosos árboles… nos íbamos a Brasil, el viaje mas reciente donde estuvimos en conexión con la Madre Tierra. Y ella me escuchaba y descansaba, en ocasiones sonreía. Otras veces, en el horario de visita, cuando venían a verla familiares y estaba más conectada, siempre me buscaba con la mirada, a veces hasta intentaba apartar con la mano a quien estuviese en el camino entre sus ojos y los míos. Ella recordaba todo esto. Y cuando me lo relataba yo lloraba como un niño de nuevo.

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