domingo, 20 de agosto de 2017

¿Pagamos por nuestros pecados al morir?


Se pone mucho énfasis, sobre todo la mayoría de escuelas espirituales y religiosas, en los rituales cebrados para el ser que se ha ido de este mundo, pero les ofrecen poco consuelo a los que se quedan, a los que tienen que soportar la pérdida, el dolor, el enorme vacío que queda cuando los seres queridos dejan este plano y se van al siguiente. 

La muerte cambia nuestro mundo, y nuestra perspectiva de una forma tan drástica, que incluso nos cuesta imaginarnos un futuro en el que no esté la persona querida que hemos perdido, donde para muchos sus vidas giraba exclusivamente alrededor de la persona que se ha ido. La vida como la conocía simplemente ya no existe...


Creer que tenemos que someternos a un juicio en la otra vida altera significativamente la vida que vivimos aquí y muchas veces de una forma que no es precisamente positiva. Esa creencia nos mantiene inmersos en el miedo a lo que nos pasará en el otro lado, así que, en vez de hacer el bien por amor o bondad, corremos el peligro de actuar por miedo a ser castigado tras la muerte.

Y el miedo no es amor.

La sociedad nos condiciona para que pensemos que Dios, la vida, la fuente (cada cuál con su creencia) nos observa y nos juzga y que ese juicio lo llevará acabo algo externo a nosotros porque vivimos en un mundo de realidades.

Pero cuando no existe esa dualidad, solo hay pura consciencia, puro amor incondicional y aceptación total. No hay nada fuera de nosotros. Todo está conectado, todo se conoce y nos damos cuenta de que tanto la víctima como el autor del crimen son parte de la misma consciencia. No hay nosotros y ellos; todos nosotros. Todos somos los dos lados de la misma moneda.

Muchos de nosotros, por nuestras creencias religiosas nos hemos visto condicionados a esperar lo que se supone que llegará después de la muerte, y si a esto sumamos que las instituciones a la que recurrimos cuando tenemos miedo perpetúan esa creencia errónea, el miedo se incrementa exponencialmente. Parece como si esas instituciones utilizaran el miedo para controlarnos y asegurarse de que no hacemos daño (no matar o cometer actos violentos, no robar…). Pero viendo un poco la situación actual, las cárceles a rebosar, las enfermedades incrementando y el caos multiplicándose, parece que esa teoría no funciona muy bien. 


Conocer la verdad de que somos amor y que solo existe esa fuerza renovada y multiplicada incondicionalmente en el universo, además del hecho de reconocer que estamos conectados todos y todo, nos puede ayudar a sentir una verdadera empatía y compasión por los demás. Si todos interiorizáramos ese conocimiento en nuestros corazones, actuaríamos con más bondad y respeto por nosotros, por los demás y nuestra forma de ver la vida, al igual que la de ver la muerte, estaría llena de amor y no de miedo. 

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