miércoles, 29 de marzo de 2017

Hacia nosotros desde la Sombra II


Amarse a uno mismo no es una tarea sencilla porque eso significa amar todo lo que hay en nosotros, hasta la misma sombra que nos hace sentir inferiores y socialmente inaceptables. Cuidar de la sombra no significa más que asumirla. Así que el primer paso para la curación sólo consiste en tomar consciencia de nuestros "pecados", en permanecer atentos para que el "diablo" no nos coja desprevenidos, en emprender un largo camino existencial cargando una mochila llena de piedras sin nadie a quién recurrir ni una meta segura que alcanzar. Pero resulta imposible planificar este viaje que pretende que nuestros defectos se adecúen a los objetivos del ego. Por eso es tan difícil amar...


La curación requiere el reconocimiento moral de los aspectos más despreciables de nosotros mismos y de la aceptación amorosa y alegre de su misma existencia. 

El héroe, en lugar de dirigirse a los confines del mundo visible se encamina hacia el interior para terminar renaciendo. Una vez dentro puede decirse que ha muerto al tiempo y que ha retornado al útero cósmico, o al ombligo del mundo, al paraíso terrenal. Como dijo un sabio: “Quién es incapaz de comprender a un Dios lo percibirá como un demonio y tratará de huir de él”. La entrada en el templo y el viaje del héroe a través de las fauces de la ballena constituyen, pues, la expresión alegórica de un proceso de centramiento y renovación de la vida. 

Quien ha superado su apego al ego atraviesa una y otra vez los límites del mundo y entra y sale del dragón como un rey que deambula por las habitaciones de su palacio. Este viaje de ida y vuelta demuestra que lo increado y lo imperecedero están por encima de las polaridades del mundo fenoménico y que, por consiguiente, no hay nada que temer. 

Existe un relato taoísta sobre un granjero a quien se le escapó el caballo, que transmite claramente la interrelación existente entre los opuestos: cuando su caballo se escapó su vecino se compadeció del pero la única respuesta que recibió, fue: ¿quién sabe lo que es bueno y lo que es malo? Al día siguiente, el caballo regresó con una manada de caballos salvajes a los que se había unido. En esta ocasión el vecino le felicitó por su inesperada suerte pero la respuesta fue la misma que antes: ¿Quién sabe el lo que es bueno y lo que es malo? También en esta ocasión nuestro granjero acertó porque al día siguiente su hijo se rompió una pierna al tratar de montar uno de los caballos salvajes. El vecino le mostró ahora su condolencias y por tercera vez escucho la misma respuesta. ¿Quién sabe lo que es bueno y lo que es malo? Y una vez más sus palabras fueron acertadas porque al amanecer llegaron los soldados reclutando gente para el ejército pero su hijo se salvó a causa de su lesión.


Según el taoísmo, el yin y el yang, la luz y la oscuridad, lo útil y lo inútil, constituyen diferentes aspectos de la misma cosa. Por consiguiente, en el mismo momento en que nos decantamos por uno de ellos reprimimos el otro y alteramos el equilibrio natural. Si aspiramos a la totalidad debemos seguir el camino de la naturaleza y perseguir el difícil objetivo de conciliar los opuestos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar en esta página