Otro de los orígenes de la ira surge de los actos no
reconocidos de amor que hemos expresado a los demás. Amor significa las formas
cotidianas de expresar el cariño al otro con pensamientos, gestos, palabras...
puede crearse por años un diálogo interno en nosotros por la falta de aprecio
de la persona que tenemos en frente. Y a su vez, a esta persona le puede
ocurrir lo mismo contigo. Toda esta ira puede ser compensada y prevenida cuando
reconocemos los gestos de los demás hacia nosotros. Por ejemplo, agradecer cada
llamada telefónica que nos hagan porque es un gesto de valentía por su parte y
se le reconoce. Así se pueden transformar las relaciones en instantes...
Cuando dejamos
de presionar a los demás con nuestras expectativas, creamos la oportunidad para
que ellos, de forma espontánea, nos respondan positivamente. Podemos contrarrestar los
sacrificios hacia los demás como un regalo de amor. Eliminar nuestras
expectativas y disolver así las resistencias en los demás. Conseguimos lo que queremos cuando dejamos de insistir en ello.
Las expectativas de los demás es una forma de correo
emocional en negro. Podemos dejar de ser chantajeados emocionalmente cuando
vemos nuestro chantaje hacia los demás. Y podemos dejar de querer manipular su
respuesta emocional hacia nosotros.
Otro mecanismo para prevenir la ira es la de tomar la decisión
interior de no aceptar la invalidación
de los demás en nuestro aspecto pequeño. Esta decisión puede hacerse con la
siguiente afirmación: " yo no
aceptaré más la invalidación por mi parte ni por la de los demás". Cuando
se toma consciencia de esto, las relaciones cambian, pues se desabastece la
fuente de ira crónica.
El resentimiento o la ira crónica no reconocida surgen en
nosotros como depresión, que es la
ira elegida contra uno mismo. Si se presiona más al inconsciente puede salir en
forma de enfermedades psicosomáticas: migrañas,
artritis, hipertensión... Hubo un estudio realizado en la Universidad de Stanford en el que, al
meditar y perdonar, las mediciones de la tensión arterial en hipertensos
disminuyeron al entregar la ira y el resentimiento. El perdón sanó sus corazones literalmente.
La ira mata a la
persona. No
el enemigo de fuera. Nos gusta tener razón sobre alguna cosa. Pero el coste que
hay que pagar por ello puede ser incluso la enfermedad y la muerte.
A medida que soltamos la negatividad y logramos la curación
emocional interior se produce un mayor equilibrio entre la función del
hemisferio derecho y el izquierdo, aumentando la intuición.
Otra cosa que disipa la ira es la voluntad de renunciar a ella. La ira indica vulnerabilidad y
debilidad. La persona enfadada ya ha
perdido la mitad de su fuerza muscular.
La ira es
vinculante y no liberadora. Nos conecta a la otra persona y a su patrón de
vida. Así q estamos atrapados en ese patrón negativo hasta que dejemos la
energía de la ira y sus pequeñas recompensas de la justa indignación, el
sentirse agraviado y el deseo de venganza. Puede que no sea siempre la misma
persona la que se nos acerque para disparar el mecanismo de la ira. Si no es
esa persona, aparecerán otras para desencadenar nuestra ira y resentimiento. Se
repetirá hasta que manejemos nuestra ira interior. Así que personas con ira
pueden mantenerse físicamente distantes a nosotros pero permanecen
psíquicamente unidos hasta que se renuncie a esta emoción.
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