Tranquila,
serena, casi sin saber de ti si no fuese por los libros, eres en mí. Sin ver tu
fiel esencia, pues mis ojos no alcanzan a tales enfoques, te siento. Vives, me
haces cada día. Trabajas sin descanso, sin cuestionar nada, sin sufrir, sin
dudar. Eres sabia, pues sin instrucciones, sabes lo que tienes que hacer. Nunca
estudiaste para ello, no lo necesitabas. Simplemente te escuchas, y me
escuchas. Te respetas y me respetas, te amas y me amas de manera incondicional...
Eres el milagro
en miniatura. Eres la vida. Aún me sorprende cómo han podido plasmarte desde lo
más íntimo, mientras te das de manera altruista al ser, para que del Uno sea el
Dos y te conviertas en la madre y el hijo al mismo tiempo. Fuiste visible para que
creyésemos en la magia, pues no hay misterio mayor donde el azar tenga cabida.
Ahora sonrío pensando cuántas sorpresas nos quedan por descubrir juntas.
Tu vida efímera
termina cuando tiene que ser, sin cuestiones, sin lazos por atar, habiendo
cumplido con los designios de antes de ser. Te vas sin sufrir, sin dolor, sin
miedos, aceptando que es como tiene que ser. En silencio das paso a la nueva
vida, también creación tuya o del todo que conformas, allí no hay diferencias.
Sabes que no desapareces, que sigues formando parte del universo en otro
estado. Te conviertes en sustancias invisibles, que atravesarán todo tu mundo.
Algunas de ellas servirán para dar vida a lo que fuiste. Otras, en cambio,
viajarán al exterior para conocer nuevos universos, más allá de lo conocido.
Por eso, en tu
fin te sientes dichosa. Porque, precisamente, sabes que no hay fin. Porque
sientes cómo eres todo y estás en todo. Y te transformas en lo que necesitas
para que el mundo que habitas siga latiendo, pues conoces tus debilidades y te
experimentas en diferentes colores, funciones y formas. Unas veces serás dura
como los huesos, otras sutiles como los pulmones y algunas otras fluidas como
la sangre. En todos eres tú. Eres el universo dentro del universo, pues huesos,
pulmones y sangre te conforman en tu interior.
Gobernada por la
Vida, no le debes tributo a nadie más. Vives la libertad más elevada, sin
anticiparte, sin mirar atrás, inmersa en lo que eres, en lo que haces. Te das
al todo y el todo se da a ti. Rodeada de
muchos y unida a todos, respiras. Eres el todo y la nada, el principio y el
fin, el alfa y la omega. Eres el regalo.
Si cierro los
ojos soy capaz de percibirte, incluso verte. Eres luz. Te mueves con dulzura
cuando te llamo y te digo que te amo. Tiemblas cuando desaparece el amor,
lloras cuando no me sientes. Mis caricias te hacen vibrar más alto. Te limpio
de toxinas físicas y emocionales, y brillas de forma cegadora. No hay luz más
potente que la que emanas, irradiando el cuerpo que soy y lo que me rodea. Sonríes,
estás contenta cuando te veo.
Gracias, gracias
por ser vida. Gracias por ser mi vida. Gracias por ser y estar. Gracias por tu
sabiduría ancestral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página