Muchas veces, llamamos vidas confortables a vidas de pura resignación. La diferencia entre
un preso que está en la cárcel y nosotros es que el preso sabe que detrás de
esos muros hay otra realidad mucho más hermosa, mientras que nosotros no lo
sabemos. Por eso, los muros de la mente
son más sólidos que los muros de piedra, ya que tienen la capacidad de no
permitirnos ni siquiera plantearnos que puede existir la posibilidad de otra
realidad distinta a la que experimentamos.
Cuando en nuestras vidas sucede algo que no nos gusta o
tal vez nos encontramos con alguien que se niega a colaborar con nosotros,
empezamos a experimentar un rechazo automático hacia esa persona o situación.
Esto parece muy sensato y razonable, y ahí es precisamente donde radica el
problema, que las personas elegimos con el corazón y justificamos con la razón,
y al final aquello que decidamos sentir encontrará inmediatamente un
razonamiento que lo apoyará sin fisuras...
El mundo que nos
parece razonable no es el mundo de la lógica, sino el mundo de los automatismos. Por eso, ante estímulos que
nos generan incomodidad, es razonable que nos tensemos y enfademos. Este es el
motivo por el que buscamos en nosotros y en otros, razones, evidencias y
justificaciones que refuercen esta forma de pensar, en la que yo estoy en lo
correcto es la otra persona la equivocada.
Reacciones como la ira, el resentimiento, la venganza, la
frustración, la desesperanza, la desconfianza, la ansiedad o la angustia,
cuando se mantienen en el tiempo y dejan de ser emociones para convertirse en
estados de ánimo, tienen efectos muy adversos ya que pueden perjudicar la salud
y la vitalidad dañando nuestro sistema inmunitario, arterias, corazón, músculos
y vísceras.
Pero existe otra opción a estas emociones que producen
efectos negativos. Esta opción no la vamos a encontrar en el espacio de la
mente intelectual porque es donde se genera el problema. La opción proviene del
mundo del ser, de la consciencia, de esa realidad que ya somos, pero que hemos
olvidado.
Los fuegos no se
pagan con gasolina, sino con agua, y eso implica parar la reacción automática por razonable
que parezca y elegir quién quieres ser
en ese momento.
Solemos pensar que la clave de todo es "hacer"
para así "tener" y luego "ser". Pero este no es un esquema
saludable y, tal vez, podríamos invertirlo. Cuando lo primero que uno busca es el ser, hacer es congruente con ese
ser, y es lo que da lugar al tener. Solo desde el ser equilibrado,
auténtico, íntegro y compasivo pueden nacer acciones tan diferentes en su
cualidad que acaban cristalizando en nuevas realidades.
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