"La meditación es la disolución de los pensamientos en la conciencia eterna o conciencia pura sin objetivación, sabiendo sin pensar, la fusión de la finitud en el infinito"
Voltaire
La era moderna se basa en la creencia colectiva de que
acumular información es un proceso externo y, efectivamente, puede ser cierto;
no obstante, estamos diseñados por anturaleza para vivir la realidad desde una posición
interna de poder personal que conduce a un punto de vista mucho más amplio,
alegre y expansivo de vitalidad, con una mayor expresión creativa de lo que
actualmente creemos posible…
Buscamos fuera las explicaciones que sabemos responder dentro
de nosotros mismos, donde confluyen todos los procesos del universo en una
misma persona para recordarnos que “lo
que es arriba es abajo”. Albert
Einstein ya sabía de la relación entre las fuerzas de la naturaleza y el
amor, y así lo hizo constar cuando escribió que “el amor es luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El amor es
gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El amor
es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad
no se extinga en su ciego egoísmo”.
Bajamos hacia Andalucía en el tren de la renovación, del
cambio, del camino. Gracias a Ana, la terapeuta, por fin sonreía de nuevo, por
fin pude comprender a Nazaret, por fin sabía que aquello que había estado
estudiando durante más de 11 años, no era más que una ínfima parte de la
maravilla que somos y que mi medicina no es la única ni más válida, sino otra
más que complementa al enorme tapiz que es la vida.
Desde aquella experiencia catársica comencé a vivir, a
respirar con algo más que la el ápex de mis pulmones. Continué con la
meditación diaria como una medicina. Y seguí practicando los ejercicios que
aprendí en el curso con algunos niños que llegaban al hospital, encontrando
sorprendentes resultados entre lo que veía en
meditación y lo que posteriormente se corroboraba en las pruebas de
imagen posteriores. Pero lo que más me sorprendió fue la aplicación de esta
técnica a Nazaret. Sólo lo hice en ocasiones puntuales, pues, sinceramente, me
daba miedo encontrar una realidad diferente a la que iba buscando. Pero no me
equivoqué ni una vez con ella, tras contrastarlo con los diversos TACs y
ecografías que le hicieron. Supongo que el lazo invisible y eterno que a ambas
nos unía nos conectaba en todos los sentidos. A Nazaret le mandó unos
ejercicios diarios que tenía que repetir tres veces al día. Ella, como buena
alumna, los hacía sin falta cada día.
Yo quería saber más y más. Se habían comenzado a desmoronar
los muros de mi alma y a curarse las heridas más superficiales y algunas
profundas con la luz que por fin, podía entrar en mí. Tenía la sensación de
haber vivido sumida en la oscuridad todos estos años y de pronto, haber
encontrado una linterna que me ayudase como soporte para ver la realidad. Eso
me hacía pensar que aquello que me explicaban y no veía, no significaba que no
estuviese allí como por ejemplo la presencia de ángeles, guías y demás
entidades. Pues con la linterna no todo puede ser visto, pues enfocas a un
punto concreto que será mayor o menor en función del tamaño de tu luz, aunque
está a nuestro lado en la mayoría de las ocasiones.
Lo primero que hice fue leerme “El libro de Oro” de Saint Germain, uno de los maestros ascendidos
que hablan sobre la presencia Yo Soy.
En ese momento fue cuando entendí todas las palabras extravagantes que salían
de la boca de la profesora. Ya sí encajaban las piezas.
Después investigué, con mi vena científica los beneficios de
la meditación, si es que los había. Cuál fue mi sorpresa cuando encontré varios
estudios realizados en el Hospital
General de Massachusetts en Boston, Estados Unidos, donde encontraron que,
la meditación diaria después de ocho semanas es capaz de cambiar el perfil
genético, volviéndose más activos los grupos de genes beneficiosos en
contraposición a los perjudiciales.
En la Universidad de
Virginia, en Estados Unidos, haciendo un estudio de características
similares, descubrieron que los beneficios de la meditación a nivel genético se
producen desde minutos después haberla realizado. Y, en aquellas personas que
llevaban meditando años, las técnicas cambiaron a largo plazo sus genes.
La meditación es capaz de cambiar fisiológicamente nuestro
cerebro como ha comprobado la Dra. Sara
Lazar en la Universidad de Harvard,
aumentando la materia gris junto con algunas zonas concretas y disminuyendo el
volumen de la amígdala, relacionada con la ansiedad, el miedo y el estrés.
Aplicado a las enfermedades se traduce en una disminución de enfermedades
cardiovasculares y del cáncer, curiosamente los dos grupos de enfermedades más
prevalentes en el mundo.
Da que pensar cómo, si somos capaces de modificar nuestro
cerebro gracias a su plasticidad con sólo dedicarnos 30 minutos al día, qué no
seríamos capaces de cambiar si vivimos con atención plena todo el día. Si te
dedicas a ti aunque sea media hora diaria, lo que se descubre es
indescriptible. Y si no, por lo menos se evitan enfermedades cardiovasculares
tan relacionadas con el estrés. Pero, ¿y
el cáncer? ¿Guarda alguna relación con las emociones? Si tomamos como
válidas estas conclusiones y los estudios que demuestran un aumento en la
supervivencia y curación de la enfermedad que hay realizados, no hay más
remedio que asociar cáncer con alguna emoción negativa, no descrita por los
autores de los artículos publicados. Curioso, lo que ya sabían otras culturas
miles de años atrás, que se esté demostrando de forma tangible y fehaciente con
pruebas a nivel científico.
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