Todas las muertes, algunas conscientes otras inconscientes;
algunas deseadas, otras no tanto; algunas más trascendentales, otras menos; más
dulces, saladas o amargas… Me llevan a lo que soy hoy. Y si abro los ojos,
aunque sea por un instante, puedo observar mi verdadera evolución...
Porque cada muerte no es si no un paso más hacia la libertad
plena, la que no sabe de otra cosa que no sea amor. Cada muerte es un peldaño
más hacia quien realmente soy. Y solo necesito tomar consciencia de lo que
estoy viviendo, mirar a los ojos y soltar.
Dejar de cargar el olor putrefacto de lo que fue y ya no
está, para que se rompan las cadenas y se pueda apreciar desde el corazón el
regalo que cada una de las muertes tenía para mí, aunque algunas estuviesen
envueltas en papel de textura y color desagradable.
No, no se puede ver si no ha llegado tu momento. Pero cuando
lo sientes levantas tu cabeza de aquel letargo, te apoyas en el suelo firme
para tomar impulso, miras a tu alrededor y contemplas la maravilla que siempre
había pasado desapercibida en tus ojos.
Dejas ir todas tus muertes. Te dejas ir totalmente. Y, como
si se tratase de un acto psicomágico, te das cuenta de que te estás
transformando, de que estás volando y que, con cada muerte, vuelas más alto,
con más luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar en esta página