El encuentro terapéutico con la
sombra suele comenzar en la madurez, cuando nos damos cuenta de los efectos
limitadores de la represión, cuando ponemos en cuestión los valores que hasta
ese momento habían gobernado nuestra vida, cuando se tambalean las esperanzas que
habíamos depositado en nosotros mismos y en los demás, cuando nos sentimos
abrumados por la envidia, los celos, el impulso sexual y la ambición o cuando
se desmoronan estrepitosamente nuestras convicciones más firmes...
El trabajo con la sombra puede
aparecer siempre que nuestra vida parezca estancarse y perder todo su interés y
sentido. Siempre que por fin nos rendimos a la vida y dejamos de luchar.
Lo que denominamos trabajo con
la sombra es el proceso voluntario y consciente de asumir lo que hasta ese
momento habíamos decidido ignorar o reprimir, esconder en lo más profundo de lo
que somos y mirar hacia otro lado. La terapia, por tanto, exige que nos hagamos
cargo de aquello que habíamos sacrificado en aras de un ego ideal y que
reorganicemos nuestra personalidad sin dejar de lado nuestros aspectos más
destructivos. Exige mucho valor para reconocer todo lo que se va a
descubrir y mucha honestidad. Exige un acto fundamental de reconocimiento y
catarsis.
Es necesario liberarse de las
ilusiones pasadas alimentadas con fango hasta ese momento, para crear otras más
reales, más conscientes, más verdaderas.
A medida que aumenta nuestra
conciencia de la sombra, las figuras oníricas se tornan más claras y su
integración adquiere más importancia.
Nuestra sombra individual también
está ligada a la sombra colectiva de la cultura en que nos hallamos
inmersos. Y esto lleva implícito un trabajo extra para descubrir lo que
creaste tu mismo y lo que se te impuso por
la sociedad.
La curación de la sombra nos
obliga a reconocer lo que hemos reprimido, darnos cuenta del modo en que lo
hacemos, cuáles son nuestras justificaciones, de qué manera nos engañamos a
nosotros mismos, qué tipo de objetivos perseguimos y a quienes seríamos capaces
de dañar e incluso de destruir para conseguirlos.
La curación de la sombra es también
una cuestión de amor. ¿En qué medida
aceptamos nuestros aspectos más abyectos, desagradables y perversos? ¿Cuánta
caridad y compasión mostramos ante nuestra propia debilidad y enfermedad? ¿Cuál
es nuestra participación en la construcción de una sociedad basada en el amor
en la que tenga cabida todo el mundo?
Si sólo tratamos de curarnos a
nosotros mismos y centramos todo el interés en nuestro "yo", el proceso
suele degenerar en una atención desmedida a nuestro ego y sólo conseguirás
fortalecerlo y engordarlo. Si realmente queremos sanar nuestras debilidades,
nuestra obstinación, nuestra ceguera, nuestra insensibilidad, crueldad,
falsedad... deberemos inventar nuevas formas de convivencia en las que el ego
aprenda a escuchar sus aspectos más desagradables, aceptarlos y llegar a amar
incluso al más abyecto de todos ellos.
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