Cuando se es capaz de acceder de forma directa al cuerpo,
se produce de forma muy rápida un cambio emocional. Se puede llegar a las
emociones a través del cuerpo de varias formas.
Una de ellas es controlando la postura, el nivel de
tensión muscular y la manera de movernos. Estamos muy acostumbrados a
controlarlo todo desde la mente, tanto que muchas veces nos resistimos a creer
que un simple cambio en la postura pueda tener un impacto tan grande en nuestra
forma de sentir, percibir y razonar...
Por ello es importante mover el cuerpo, hacer ejercicio.
Tan relevante es lo que se está explicando que el ejercicio no sólo está
asociado a con una disminución de la muerte prematura, sino que también produce
un aumento de la generación de neuronas en áreas cerebrales encargadas de
llevar a cabo nuevos aprendizajes. Una de estas áreas, llamada hipocampo, es
muy importante para regular la amígdala, encargada de provocar el pánico y la
ira. Por eso, la gente que cambia su vida sedentaria por algo de ejercicio,
siente que se altera menos ante los acontecimientos que podríamos considerar
como negativos.
Negarse a seguir la reacción de automatismo en la postura
lleva, poco a poco, a la manifestación de una respuesta más natural. De alguna
manera, no puede suceder lo correcto
hasta que no dejamos de hacer lo incorrecto.
Muchos hábitos cierran puertas y para abrirlas solo se
necesita prestar más atención a lo que hacemos, sin juzgar, solo
convirtiéndonos en el observador que llevamos dentro.
Metodologías como el yoga,
Tai Chi Chuang o el Qi Gong son tan potentes y efectivas porque también
ellas nos ayudan a armonizar y equilibrar nuestra mente a través del cuerpo.
Todas ellas, desde hace miles de años, nos vienen revelando algo fascinante: el cuerpo posee una sabiduría que el
pensamiento no alcanza a comprender.
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