Muchos de nosotros hemos tenido la experiencia de que,
cuando queremos abandonar ese espacio al que hemos llamado identidad o ego,
entramos en otro que está lleno de dudas y confusión. En este nuevo espacio el ser humano se siente perdido y le cuesta
pensar con claridad. Todo a su alrededor se ve cubierto por la niebla y ya
no sabe hacia dónde va. Emociones como la
ansiedad, el miedo o la desesperanza hacen su aparición.
La mente enjuiciadora lo único que pretende es que
volvamos al redil y para ello comienza con interpretaciones y valoraciones que
nos invitan a dejar de seguir explorando y a volver a nuestro punto de partida.
Es una llamada a la resignación, al conformismo, a creer que la transformación personal solo es una bella utopía...
Pero lo que en realidad está ocurriendo es justo lo
contrario de lo que parece. Si abandonamos en este momento, entonces sí que
perderemos gran parte de lo que habíamos ganado atreviéndonos a salir de la
zona de confort. Cuando nos sentimos confusos y perdidos es porque estamos a
punto de hacer un descubrimiento, de tener una revelación, ya que tras esa capa
de oscuridad y hundimiento se encuentra el descubrimiento, el espacio donde uno
empieza a comprender en profundidad ciertas cosas. Es el lugar donde se
despliega nuestra creatividad y encontramos nuevos caminos para acceder a
aquello que previamente se nos resistía.
Mantener el
coraje, la confianza y la certeza absoluta de que algo valioso, aunque no lo veamos,
está aflorando dentro de nosotros, es esencial.
Nuestra consciencia está despertando, pero nuestra mente
intelectual y racional, que depende de nuestro ego, no sabe qué es lo que está
ocurriendo, pero sea lo que sea, de alguna manera amenaza su existencia.
Si no sentimos mal cuando estamos en medio de nuestra
noche oscura, no es porque estemos mal, sino porque, como estamos acostumbrados
a creer que somos nuestro ego, las emociones del ego que está siendo
transformado las experimentamos en nosotros mismos. De la misma manera en la que el gusano en la fase de crisálida se
digiere asimismo para poder ser transformado en mariposa, también nuestra
identidad debe ser digerida para que surja una presencia mucho más en línea de
quienes somos en realidad.
La búsqueda de
uno mismo, de quien se es en realidad, es siempre un acto de heroicidad que implica aprender a
superarse así mismo una y otra vez, a ir poco a poco expandiendo los límites de
la propiedad identidad. Solo de esta
manera podemos llegar a descubrir lo extraordinario en lo ordinario.
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