martes, 3 de abril de 2018

Cómo ser feliz


Dos amigos se encuentran después de muchos años. Uno es astronauta y el otro neurocirujano. Después de tomarse varias cervezas y hablar de sus aventuras y desventuras, entran en temáticas más profundas. El astronauta sugiere que Dios no existe, porque ha viajado por el universo y no lo ha visto en ningún lado. El neurocirujano le contesta: entonces nosotros no estamos aquí, no estamos hablando y ni siquiera nuestros pensamientos existen. ¿Por qué dices eso?, pregunta el astronauta. El neurocirujano se rasca la barbilla y le contesta: me baso en tu argumentación acerca de tu experiencia sobre la existencia de Dios, pues te puedo asegurar que en ninguna de mis muchas operaciones cerebrales encontrado jamás una idea...


No puede haber aceptación sin la gracia de la comprensión. Cuando ambas se unen, se manifiesta el cambio de conciencia, no como un esfuerzo, sino como una consecuencia inevitable. El cambio de percepción es tan profundo que lo que era desaparece, aunque se mantengan los mismos edificios, personas y costumbres. Nada vuelve a ser lo mismo, porque el ojo del observador emite una frecuencia de vibración de fotones muy diferente a la de antes. De esta manera uno cambia el mundo sin proponérselo. Es simplemente un beneficio colateral.

Los humanos nos pasamos la vida pensando qué puedo hacer para ser feliz. Este pensamiento, por su origen, nunca nos permitirá saberlo, experimentarlo. Antes debemos renunciar a la creencia fundamental de que estamos separados. No hay pensamientos fútiles, no hay juicios que se pierdan. En el universo todo es abundancia y esta se expresa en relación con las creencias más profundas que aprisionan la esencia.


Si crees en la escasez, la vida te dará abundancia de escasez, hasta que un día declares quién eres y reclames tu herencia.

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