lunes, 2 de octubre de 2017

Atravesando el Abismo


Muchos de nosotros hemos tenido la experiencia de que, cuando queremos abandonar ese espacio al que hemos llamado identidad o ego, entramos en otro que está lleno de dudas y confusión. En este nuevo espacio el ser humano se siente perdido y le cuesta pensar con claridad. Todo a su alrededor se ve cubierto por la niebla y ya no sabe hacia dónde va. Emociones como la ansiedad, el miedo o la desesperanza hacen su aparición.

La mente enjuiciadora lo único que pretende es que volvamos al redil y para ello comienza con interpretaciones y valoraciones que nos invitan a dejar de seguir explorando y a volver a nuestro punto de partida. Es una llamada a la resignación, al conformismo, a creer que la transformación personal solo es una bella utopía...


Pero lo que en realidad está ocurriendo es justo lo contrario de lo que parece. Si abandonamos en este momento, entonces sí que perderemos gran parte de lo que habíamos ganado atreviéndonos a salir de la zona de confort. Cuando nos sentimos confusos y perdidos es porque estamos a punto de hacer un descubrimiento, de tener una revelación, ya que tras esa capa de oscuridad y hundimiento se encuentra el descubrimiento, el espacio donde uno empieza a comprender en profundidad ciertas cosas. Es el lugar donde se despliega nuestra creatividad y encontramos nuevos caminos para acceder a aquello que previamente se nos resistía.

Mantener el coraje, la confianza y la certeza absoluta de que algo valioso, aunque no lo veamos, está aflorando dentro de nosotros, es esencial.

Nuestra consciencia está despertando, pero nuestra mente intelectual y racional, que depende de nuestro ego, no sabe qué es lo que está ocurriendo, pero sea lo que sea, de alguna manera amenaza su existencia.

Si no sentimos mal cuando estamos en medio de nuestra noche oscura, no es porque estemos mal, sino porque, como estamos acostumbrados a creer que somos nuestro ego, las emociones del ego que está siendo transformado las experimentamos en nosotros mismos. De la misma manera en la que el gusano en la fase de crisálida se digiere asimismo para poder ser transformado en mariposa, también nuestra identidad debe ser digerida para que surja una presencia mucho más en línea de quienes somos en realidad.


La búsqueda de uno mismo, de quien se es en realidad, es siempre un acto de heroicidad que implica aprender a superarse así mismo una y otra vez, a ir poco a poco expandiendo los límites de la propiedad identidad. Solo de esta manera podemos llegar a descubrir lo extraordinario en lo ordinario. 

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